En definitiva, las necesidades no se crean, sino que están implícitas en cada individuo, y la publicidad las realza para poder vender. Tradicionalmente, al hablar de necesidades lo primero que se viene a la cabeza es la “pirámide de Maslow” sobre la jerarquía de las necesidades humanas. Según este esquema hay cinco niveles en la jerarquización, que van desde las más básicas hasta las de autorrealización. Las necesidades básicas, también llamadas fisiológicas, son el hambre, la sed, la necesidad de abrigo y sueño. Son las primeras que se buscan satisfacer. Le siguen las necesidades de seguridad (sentirse seguro y protegido), las necesidades sociales (asociación, participación y aceptación), las necesidades de autoestima (respeto a uno mismo) y las necesidades de autorrealización (cumplir objetivos, superarse).
Hoy en día, en la sociedad de cualquier estado del primer mundo, esas necesidades básicas están casi completamente satisfechas, por eso la publicidad ya no te vende una bebida para poder satisfacer esa necesidad de sed, te vende algo más. Te esta vendiendo una marca con todo lo que conlleva esa marca, y si además te quita la sed perfecto. Por ejemplo, en el caso de Coca-Cola y su nuevo anuncio en el que dice “esta hecha para hacer feliz a la gente”, ¿no debería decir, “esta hecha para calmar la sed”, o algo parecido? Eso era antes, ahora las marcas necesitan vender algo más que la satisfacción de la necesidad básica para la que se creó el producto. Necesitan diferenciarse de la competencia y ocupar el primer lugar en la mente de los consumidores.
Os dejo con otros claros ejemplos en los que la satisfacción de la necesidad básica pasa a un segundo lugar, porque lo que quiere vender la marca con este producto es otra cosa…
Mariano Sáenz de Cenzano, Agustín Maccarini, Jorge Sanz, Diego García Bodas y José Ignacio Cornejo.
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